miércoles, 24 de agosto de 2011

SU PRIMERA EXPERIENCIA DE RONDA EN EL HOSPITAL... ( CRONICA)


Cursaba sexto año de Medicina y se encontraba trabajando en un hospital particular como auxiliar de cirugía. Aquella nefasta noche, que con el sexto año de preparación desafió a la muerte, era su primera guardia.

Caminaba orgulloso por los pasillos del hospital con paso lento y ceremonioso, con los brazos cruzados detrás de la cintura, ostentando un aplomo y seguridad del que no se sentía gozar. “Buenas noches Doctor”, le saludaban a ambos lados del corredor. Saludos que alimentaban el ego de ese estudiante, que por primera vez sentía que era recorrer esos corredores  y que lo observaran con respecto, lo cual hinchaba su pecho pero remordían su conciencia.

Aquella noche fría y silenciosa, premonitora de desdichas, se encontraba tirado sobre la cama mirando el estetoscopio como miraría un soldado un rifle esperando al enemigo. En la mente repasaba todos los conocimientos alcanzados hasta ese instante para tener un soporte teórico práctico a las actitudes que pensaba realizar en esa batalla contra la muerte. El silencio del hospital agudizaba su oído y le angustiaba, se encontraba solo. De pronto, bruscamente, escucho un grito de mujer rompiendo el silencio en que se encontraba, era una madre que gritaba, su hijo se moría. Sonó desesperadamente el timbre de la habitación y salió espantado por un impulso extraño con el estetoscopio en la mano. Estaba solo, no tenía un amigo de años superiores ni a un profesor para que lo orientara en lo que debería hacer, la vida del paciente estaba en sus manos. Bajo rápidamente las escaleras. Sus pasos marcaban su ritmo cardiaco. A escasos metros, sobre una camilla, observo el cuerpo sin movimientos de un niño rodeado de rostros afligidos y desesperados que lloraban desconsoladamente, al dirigir su mirada, el comprendió: “¡era el salvador!” ¡Qué pasa! Pregunto”. ¿Se ha tragado un una bola de penique Doctor! le contestaron en tono trágico. Lo toco: estaba  frío, quiso examinarlo, y se le enredó el estetoscopio, palpo su pulso radial: no lo sentía, respiraciones: tampoco, pulso carotideo, latidos cardiacos: no habían. Quiso por un momento recordar el esquema del examen físico que había aprendido pero se dio cuenta que no le ayudaría en nada. Rápidamente paso a darle masaje cardiaco, mientras que en la mente desesperadamente buscaba apoyo teórico dentro de la cantidad de conocimientos que había aprendido: respiración boca a boca, masaje cardiaco, adrenalina intracardiaca, traqueotomía, entubación, todo esto se le cruzaba por la mente. La enfermera le alcanzó el laringoscopio, agradeció en su interior al residente de Anestesiología que le había enseñado a colocarlo. Obro rápidamente, no vio nada en la glotis. Volvió a intentarlo, le introdujo una pinza y nada. Se estaba desesperando, la enfermera y 2 familiares le miraban angustiados, mientras afuera todo el resto lloraba. Se le acababa el apoyo teórico. ¡Adrenalina intracardiaca! ¡Corrieron a traerla. ¿Traqueotomía?, nunca la había realizado. Paso a darle respiración boca a boca. Vio un rostro infantil frío, inexpresivo, traslúcido con los labios cianóticos. Vomitó, pensó que estaba volviendo en sí, fugaz alegría sintió en ese instante. El inocente continuaba igual. Volvió a darle masaje cardiaco, cada vez más fuerte. De pronto los músculos se le paralizaron, se quedó pasmado, una corriente helada recorrió su cuerpo, una mano sobre su hombro le dijo: “Ya basta, el niño está muerto”. El Director de la clínica y el Anestesiólogo habían acudido apuradamente en su auxilio. El Anestesiólogo cogió el laringoscopio, lo introdujo, hizo uno, dos movimientos sobre el cuello, presionó el tórax, metió la pinza y saco el penique ¡Maldito penique! El Director aplicaba adrenalina intracardiaca, lo entubaron, respiración asistida, latidos cardiacos ausentes, el insistía en el masaje cardiaco, el Anestesiólogo con la respiración. Todo fue en vano. El Director se dio por vencido, El Anestesiólogo también, el insistía masajeando el corazón. “No sigas - le dijeron – ya está muerto” él no lo quería aceptar, era imposible. Sus manos entumecidas se quedaron fijas sobre el pecho infantil, resoplaba intensamente. Caris bajo cerró sus ojos y apretó sus dientes fuertemente dibujando su rostro un gesto de dolor e impotencia. Diciéndose para sí mismo; ¡Muerte desgraciada, te llevaste a un inocente! Respiro profundamente y mirando al vació se preguntó: ¿Soy culpable? ¿Puede haber sacado ese globo con un poco más de experiencia? ¿Soy culpable por esta inexperiencia de mi sexto año de Medicina?

El Director se le acercó y le dijo estas palabras “No te sientas culpable, si hubieras preguntado qué tiempo transcurrió desde que ocurrió el accidente y las circunstancias en que ocurrió, te hubieras dado cuenta que ese niño llegó muerto.

El cree que esas palabras se las dijo para levantarle el ánimo, ya que se encontraba muy abatido.

 Los padres habían estado peleando, no se dieron cuenta que su niño se asfixiaba, no se pusieron de acuerdo si llevarlo a la clínica o a un hospital; salieron a esperar taxi, el taxi no llegaba. ¿Cuánto tiempo transcurrió? “Hace un momentito, Doctor”. ¿Un momentito?

Cariz bajo, triste y pensativo, recorrió los pasillos del hospital en dirección a su habitación, por momentos escuchaba una voz que le decía “¡Culpable!”. Él Pensaba en la alegría de ese niño, que media hora antes, saltaba y corría en su casa y por las calles, en sus amiguitos que nunca más lo volverán a ver. Miro el calendario y su reloj: enero 14 de 2011, 11p.m., día de su primer auxilio como médico.

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