miércoles, 18 de julio de 2012

La verdad de Bogotá





La ciudad entró en la recta final para elegir un nuevo alcalde con la esperanza de olvidar la experiencia de los últimos ocho años, cuando todo empezó con el incumplimiento de Garzón por no construir la fase tres de transmilenio.

El desmadre vial y de movilidad, la pérdida de cultura ciudadana, y el incremento de la inseguridad, ensombrecieron la tarea social, una acción que pocos resaltan porque somos una Colombia indiferente con los pobres aunque deferente con la concentración del ingreso.

Por eso, en estos meses de campaña los debates se centran en lo mismo: seguridad, transmilenio, metro, como si Bogotá no fueran nada más que espacios físicos sin cultura, inteligencia, conocimiento, creatividad, sensibilidad, productividad y convivencia.

En una semana a un amigo le pidieron, con cuchillo en mano, prestado el celular; a su esposa le hicieron un paseo millonario; a otro le robaron un espejo en un semáforo y el ladrón se escapó usando el transmilenio; y la pastelería de mi barrio tiene un aviso que dice “disculpe, no recibimos tarjetas, el datafono está fuera de servicio”, porque todas las semanas se roban el cable de la línea telefónica. Estos son unos pocos hechos de la violencia de todas las horas.

Pero escalofriante es la cifra de que el noventa por ciento de las muertes violentas en Bogotá es por riñas, lo cual refleja que el tejido social está roto, el sentido por la vida está perdido y la cultura de la violencia está definitivamente enquistada. De esta manera, toda promesa sobre seguridad ciudadana es bienvenida porque poco o nada va a cambiar hasta tanto no haya proyecto de ciudad y de nación, que reconstruya ciudadanía y construya una nueva sociedad a largo plazo.

Parte de la violencia en las calles se atrinchera y esconde en las inacabas obras y en aquellos lugares donde otras se debían haber construido con la plata de la valorización. En la localidad de Chapinero no se ha visto una sola nueva obra, distinta al puente de la cien.

Así las cosas, los candidatos deben decirnos cómo van a terminar las obras inconclusas, las programadas y pagadas pero nunca iniciadas, cómo van a responder por la valorización ya cobrada, y de dónde saldrán los dineros para hacer las obras que prometen.

Los candidatos y la candidata ofrecen líneas de transmilenio y la primera del metro. Incluso, alguno promete tres líneas de transmilenio y una del metro. Cada quien tiene su visión y pocas coinciden con las propuestas de la saga amarilla. Plata perdida en estudios, rezagos que la ciudadanía sufre, y años interrumpidos en la construcción de ciudad.

La propuesta de una troncal verde por la carrera séptima es sensata, porque una troncal plus marca Peñalosa, hasta la calle 170, es estrambótica entre las calles 32 y la 100.

La versión Light no es mala porque existen decenas en el mundo, pero cometieron tres errores: mala pedagogía, diseño escueto, y pensarla solo hasta la calle 72 y no hasta la calle 100, para luego proseguir hasta la 170 con el modelo Peñalosa.

Sin embargo, ni la alcaldía ni el procurador ni los defensores de la séptima, pensaron qué sucederá con los miles de pasajeros que se concentrarán frente al Museo Nacional cuando las troncales de la décima y de la 26 converjan en el lugar. ¿Qué proponen los candidatos ante este monumental trancón humano y de movilidad que se avecina?

Además ¿qué piensan hacer para frenar el dique de la contratación de las losas de la Caracas? ¿Continuarán cambiándolas hasta el final de los días? ¿Habrá metro por esa vía como lo sugiere David Luna? ¿Qué hacer para que las troncales sean también corredores de desarrollo y no paredes para los grafiteros?

Por fallarle a los planes de desarrollo la ciudad perdió la idea de que hacer en materia de transporte de movilidad y desarrollo.

El menos común de los sentidos sugiere que en los próximos cuatro años se debe hacer la troncal verde de la séptima, la troncal de la avenida Boyacá, y pensar el metro vinculado con las nuevas dinámicas y visiones de la ciudad y de la región del futuro, tema de la próxima columna, porque se necesita nuevo discurso y nuevas ideas.

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